19 Feb LOS DESPROPÓSITOS EN PANDEMIA: VACUNAGATE
Escribe C.P.C.C. Haydith Del Águila Valera
ASESORA TRIBUTARIA
Pastpresidente de la Cámara de Comercio Tarapoto
Pastdecana del Colegio de Contadores Públicos de San Martín
Coloquialmente decimos: “en nuestro país nunca hay tiempo para aburrirse”. Todos los días saltamos de un escándalo a otro, inventado o cierto, lo cual a fin de cuentas no interesa mucho porque la prensa de medios escritos, televisoras, radios y redes sociales hacen eco al unísono como un prodigioso cantor lírico, porque saben que el escándalo vende, y muy bien.
Es cierto que con una cuota de poder nacional, regional, local o con un poco de dinero, las autoridades elegidas y algunas no elegidas, con fortunas bien habidas o mal habidas, eso no interesa, se crean con privilegios por encima de los “ciudadanos de a pie”.
Somos espectadores de la falta de empatía, tolerancia, valores, respeto, solidaridad, maltrato e insensibilidad de los que tienen una cuota de poder y hacen gala de una soberbia cretina por el hecho de tener dinero. Clásicas son las frases que pronuncian: “¿No sabes quién soy?” “o “¿No sabes quién es mi papá?”.
He transitado en el sector público desde las aulas universitarias, siendo mi “alma mater” la Universidad Nacional Federico Villarreal. Vivo agradecida a mis padres por el gran esfuerzo que hicieron para solventar mis estudios. Estuve lejos de mi familia, pero con los sueños muy claros de servir a mi Región San Martín. Actualmente me desempeño en la actividad privada empresarial.
He tenido la experiencia del sector público, que a la larga se convierte en un refugio seguro, pero donde finalmente se pierde la motivación, debido a la inercia paquidérmica, la falta de meritocracia, la imposición partidaria en los cargos y una suerte de mística mal entendida: <no lo cuido porque no es “mío”>. Sin embargo, hay grandes excepciones, entre los que destacan funcionarios y empleados que realmente están en ese sector por una clara vocación de servicio y tienen la capacidad de engrandecer el país.
Necesitamos -lo digo en plural, porque nada se consigue de forma individual- iniciar una campaña fuerte y permanente para que todos cumplamos las leyes. Somos una sociedad acostumbrada a que si no existe una sanción de por medio, no cumplimos. El derecho ha perdido la batalla. Hay una gran labor de difusión que debemos emprender.
En este contexto de la pandemia se siguen sumando los que se aprovechan de su posición pública o dineraria, para asegurar la aplicación de una vacuna. Ser el primero de la fila para salvarse sin interesarle que le pase a los demás. Las conductas del “Yo primero” no le hacen bien a nadie.
En nuestro país el incumplimiento de la Ley nos está pasando la factura. Existe una complacencia ante el mismo, porque se ha vuelto común extender la mano para agilizar un trámite o pasarse la luz roja. Estos ejemplos ocurren a diario y hacen que el cumplimiento se vuelva un acto extraordinario. Por eso nos sorprendemos y premiamos al ciudadano que devuelve un dinero encontrado y llamamos héroes o ángeles a los empresarios que mantienen el precio de sus productos frente al escasez.
Entonces, no debería sorprendernos que se sigan sumando más vacunados no autorizados. Hace unos días en otro escenario, pedíamos que la vacuna se les aplicase primero a los políticos y a las autoridades con el fin de ver qué efectos tenía o que pasaba con ellos. Como ciudadanos somos una suma de contradicciones: doble moral. Gritamos a los cuatro vientos que respeten el orden establecido, que no digan mentiras tras mentiras, nos creemos las víctimas de un vil engaño y hasta nos sentimos traicionados, como una canción ya cantada muchas veces.
#FORMACIÓN DE VALORES
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